Soy el crugir de un puente abatido. Me afirmo a la raíz, me
reincorporo al nido. Acelerado urge el camino que brinca sobre leguas de
tiempo, como un latido en los oídos.
Desde la piel me brotan venas serpenteantes, pungidas y
abarrotadas.
Por qué siempre termino hablando lo que no quiero hablar.
Des silabar el verbo y desnudarlo, sintiendo sus aromas, mentiras, placeres y
costumbres. Dejando que silabee por un rato, y después. Después, mejor
olvidarlo.
Mis mandíbulas son dóciles fierros con hábitos de carne,
Óiganlas quisquillar recuerdos escondidos en sombras de
adobe.